martes, 6 de mayo de 2008

Crítica Revista Llegás (08/12/2007)

Calificación: Hay que verla

El diccionario dice que testigo es la “persona que presencia o adquiere directo y verdadero conocimiento de algo”. Pero ese “algo” que conoce el testigo estará modificado por su presencia, por lo que no sería aventurado decir –contra lo que solemos pensar– que el testigo no sólo no es objetivo, sino que también es parte de ese “algo” sobre lo que atestigua.
De esto nos habla Joaquín Bonet en Testigos (Tercer Premio Nacional de Dramaturgia del Instituto Nacional de Teatro, 2006). Y lo hace así: en un depósito de baratijas importadas, donde están su dueño y dos empleados, realizan un allanamiento un comisario y tres efectivos policiales. También hay dos testigos: un instalador de televisión por cable y un abogado. La vida de estos fue ya modificada –al primero lo espera una madre ya preocupada; al segundo, su novia junto al altar–, pero su sola presencia modifica el escenario y las situaciones que se desarrollan. Y así, sumadas a ellos las respectivas novias del comisario y del abogado, resultan todos testigos –del allanamiento, pero aun más de ese rato en la vida de los otros– y actores a la vez.
Pero Bonet va más allá y plantea diversas resoluciones del encuentro de esas once personas en un galpón: si cada una de ellas genera acciones que –fruto de la simultaneidad– se entrecruzan con las de los demás, se abren infinitos posibles. Y de todos ellos nos propone tres finales: uno trágico, un happy end muy de comedia rosa, y algo mucho más parecido a la medianía en que transcurre la vida cotidiana.
Bonet además dirige, remarcando desde esta función el carácter de caos coral, de amontonamiento armónico de su relato, tarea que parecería exigir tanta firmeza como libertad. Y ya que de contrarios hablamos, merecido reconocimiento al elenco, cuya notable heterogeneidad enriquece la solidez del texto.

Lucho Bordegaray www.montajedecadente.blogspot.com

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